Del acoso a intentar escapar a ningún lado:
Su historia no es un caso único. Estudiantes de Medicina con cuadros de depresión y ataques de ansiedad son algo generalizado por el maltrato y hostigamiento del que son víctimas en los primeros años de la residencia, una situación tolerada y fomentada por residentes de mayor rango y por los médicos adscritos, denuncia la Asamblea Nacional de Médicos Residentes de Argentina con los médicos que han sido violentados y ultrajados. Algo que debe terminar de inmediato ante la gran falta de médicos especialistas que prefieren trabajos más “lights” y de buena paga antes de ser tratados peor que a animales con desprecio y turno para el matarife.
Cuando alguien llega a presentar una queja formal, es desestimada o ignorada, y en algunos casos la solución que se ofrece a la víctima es cambiarla de sede, mientras que sus acosadores permanecen impunes en sus puestos. Se puede tocar el caso ajeno pero el de ellos, con sus trabajos obtenidos a dedo y sin concurso previo, no se toca. Es de agregar que también están los casos en donde el cambio de sede no se cumple y el perjudicado queda a la espera y sin destino. Cuando se decide el futuro de éstos, ya es demasiado tarde porque eligieron otros destinos o marcharse a lugares más prósperos. Otros ven como salida, la aérea: “Ezeiza”. Triste realidad.
La Asamblea tiene documentados casos de acoso, actuales, en distintos lugares del país, dependientes de diferentes instituciones de salud, que han llevado a quejas ante el instituto, secretarías y dependencias supuestamente afines que viven pasándose la pelota para no hacerse cargo ya que existe un gran temor de la población de lugares reducidos que le temen a los problemas con médicos “de rango” mientras se cometen atropellos y también delitos de índole ética y también de tipo PENALES. Las autoridades locales están al tanto como también a nivel provincial pero se han producido consecuencias. Los pleitos de tipo laborales, por lo general son ganados por los demandantes porque en realidad no se demanda a los médicos y personas responsables sino a las Instituciones médicas que son en su gran mayoría ESTATALES y pierden los juicios que son pagados por el ESTADO y por ende por los contribuyentes (vos, yo y todos los pagamos impuestos con miles de exigencias, regulaciones e impuestos del monstruoso estado que no pretende reparar EL ORIGEN sino bolsillos que no necesitan compensación y sí lugares saludables, equilibrados donde se puede trabajar, ejercer y aumentar la capacidad de conocimientos de personas que lo dejan todo por estar ahí.
“Castigos, derechos anulados y obligaciones extracurriculares”
Ahora ya puede hablar de lo que le pasó. Hasta hace unos meses, el Doctor “N” lloraba reviviendo las situaciones que lo llevaron a enloquecerse. Se lo tildó de desubicado, de inimputable, de loquito revolucionario. Se lo increpó, bastardeó, se utilizaron sus datos clínicos/médicos de antiguos problemas de salud para su contra que son delitos de serias penas legales. El Habeas Data es muy importante y no puede permitirse como tampoco ser un arma con el cual se perjudique a un trabajador en lo más mínimo y mucho más si este pasó todos los exámenes solicitados con APTO MÉDICO y PSICOFÍSICOS.
Desde que entró como residente de segundo año (R2) no pudía salir de su casa, entre castigos y guardias que le impusieron, sin buen aseo, comer o descansar como todo ser humano debe tener. Les decían que por ser los nuevos no tenían derechos.
“Las enfermeras: los ángeles cómplices”
Los estudiantes de medicina viven como en jerarquías militares. Los R2 le reportan a los R3, y estos a los R4. Cada superior puede exigirle al inferior, y en esa lógica se cometen los abusos contra los de menor rango. Si el R3 no responde, el R2 no se hace cargo y así sucesivamente para recaer todas las culpas en la base del sistema piramidal que es más obsoleto y abusido que el mismo sistema Ponzi que es una estafa insostenible.
Al Doctor “N” le imponían obligaciones como llegar en la mañana a preguntarle a cada residente mayor qué quería desayunar e ir a comprárselo, con su dinero, pese a que un residente solo recibe un tercio a nivel pesos argentinos de lo que un médico normalmente cobro y es remunerado. Todo ello sin contar que el residente NO DUERME, literalmente hablando. Un compañero suyo incluso tuvo una vez que ir a un bar de madrugada porque un superior le exigió ir a pagarle la cuenta de lo que había bebido, si no sería castigado. Buscamen un RP (anotador), traeme eso o aquello, no trajiste la ensalada que acompaña la comida, se te olvidó la fruta, soy celíaca y esta comida no la puedo comer, etc, etc, etc…
También le aventaban a la cara las carpetas metálicas donde se guardan los expedientes, le gritaban e insultaban.
Pensaba que tenía que aguantar, que era una residencia y era su futuro, y renunciar sería defraudar a su familia. Pero lloraba y se sentía mal todo el tiempo.
Hasta que después de unos meses y presionado porque su papá se enfermó, el Doctor N cayó en una depresión tan profunda que trató de suicidarse con pastillas.
Su casera lo encontró tirado en su departamento. Estuvo tres días inconsciente. Cuando despertó, lo dejaron tres semanas hospitalizado en un psiquiátrico y dos semanas de incapacidad en su casa. Empezó a tomar tratamiento médico y terapia psicológica.
Con el escándalo por el intento de suicidio, la UNAM intervino y castigó al servicio de Urología con no enviar a nuevos residentes hasta que mejoraran sus prácticas. Así, en todo 2018 no hubo R2s.
En ese tiempo, asegura que sí vio mejorar la situación y que han cambiado los abusos contra los nuevos residentes.
Pero él regresó a sus estudios lleno de vergüenza, señalado por haber difamado a un hospital tan reconocido. Acusa que los doctores jefes en Urología, han seguido con el acoso, ya que a veces le impiden presentar a los pacientes que atiende, entrar a quirófano, o le ponen malas calificaciones injustificadamente.
Cómo acaba en el psiquiátrico una estudiante de psiquiatría
La doctora Xóchitl (nombre cambiado para preservar su identidad) obtuvo uno de los mejores resultados de su generación en el Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas (ENARM) y logró entrar a la Unidad de Psiquiatría del Centro Médico Siglo XXI. No se imaginaba que ese paso en su carrera la iba a llevar a ser hospitalizada en un psiquiátrico meses después.
En mayo de este año, una carta anónima denunciando irregularidades y trato diferenciado a los estudiantes despertó el enojo de la jefa de unidad. Xóchitl se vio afectada por un cambio en su programa académico, así que cuando cuestionó abiertamente a la jefa, empezó un acoso selectivo contra ella.
Al llegar el periodo de vacaciones, cuando ya había salido de la ciudad, se enteró por un compañero que la encargada había decidido cancelárselo, y días después recibió una llamada del servicio central de Centro Médico amenazando con darla de baja si no se presentaba. Pero ella insistió en que tenía derecho a tomar sus vacaciones.
Cuenta que entonces la doctora empezó a hablar con el resto de sus compañeros, a decir que ella tenía trastornos psiquiátricos e incluso buscó a su pareja para pedirle que la hiciera “entrar en razón”.
Xóchitl se quejó ante las autoridades y le dijeron que no se preocupara porque iban a investigar, pero al regresar de las vacaciones, la situación se volvió mucho peor. La doctora le gritaba, la corría de su consultorio, le ponía tareas específicas durante sus horas de clase y después la regañaba por no haberse presentado.
La residente empezó a tener ataques de pánico. Le angustiaba despertar y pensar en que tenía que ir al hospital, ver a su acosadora y a otros residentes mayores que también la maltrataban o miraban mal, y empezó a ausentarse. Lloraba a escondidas. Se sentía culpable por todo.
Sus compañeros le decían que aguantara, que no se quejara, porque la doctora siempre es así, y porque sabían que dos años antes hubo un residente que llevó su queja a las autoridades y a la Comisión de Derechos humanos, pero después le fue peor.
Empezó a pensar en renunciar a la residencia y, por lo tanto, a su carrera como psiquiatra. Eso, además de depresión, le despertó pensamientos suicidas.
Su familia y amigos la convencieron de seguir adelante, pero un día, la doctora de plano la empujó fuera de su consultorio. Xóchitl se encerró en un baño y no pudo dejar de llorar en hora y media.
Buscó apoyo en el sindicato para ir a denunciarla a la dirección de Enseñanza. La respuesta fue que ella tenía la culpa porque sus quejas ya estaban metiendo en problemas a la doctora.
El caso escaló hasta que la reunieron con el subdirector médico de Centro Médico. Llorando, en medio de un nuevo ataque de pánico, el directivo le dijo que no podía ponerse así si estudiaba psiquiatría.
“¿Entonces ningún médico puede enfermarse porque es médico?”, recuerda Xóchitl que le preguntó indignada.
El acoso de la doctora siguió e incluso un día, tratando el tema del suicidio, dijo frente a ella que algunas personas mejor sí deberían tomar ese camino.
Xóchitl se quebró. Fue a valoración psiquiátrica y el doctor le dijo que no podía dejarla ir porque estaba ya muy mal y había riesgo de que intentara suicidarse.
Así se quedó dos semanas internada en un hospital psiquiátrico en agosto pasado.
Su familia fue a hablar con los responsables médicos y académicos, con la UNAM (quien expide los títulos al final de las residencias en Centro Médico), y en todos lados les cerraron la puerta. Los pocos compañeros que se atrevieron a apoyar la denuncia de Xóchitl fueron amenazados con ser cambiados de sede por “problemáticos”.
Ni así paró el acoso. La doctora obtuvo ilegalmente expediente médico de Xóchitl y otros residentes de mayor grado lo divulgaron en redes sociales.
Hasta que intervino la Asamblea Nacional de Médicos Residentes, organización creada este año, y dio publicidad al caso, el Centro Médico respondió argumentando que sus autoridades no estaban enteradas.
Le ofrecieron una disculpa a Xóchitl e hicieron modificaciones en los programas, ajustándose a lo que indica la normativa. A ella le ofrecieron cambiarse de sede, pero no aceptó porque se ganó su lugar en este hospital y cree que no tendría por qué irse a otro.
Sigue en tratamiento y ya ha mejorado de la depresión, pero todavía tiene ataques de pánico. Ve cómo sus otros compañeros amenazados tienen síntomas de ansiedad y sabe que es vista como “apestada”.
Lo que más coraje le da es que con la jefa de unidad de Psiquiatría no pasó nada.
Problemas de salud mental que llevan al suicidio
Carmen García está actualmente de incapacidad en casa de sus papás, en el Estado de México, después de ser ingresada tres veces en psiquiatría en solo dos meses, la última por un intento de suicidio que ni siquiera recuerda bien.
No sabe si cuando sea dada de alta podrá continuar con su carrera como médica de urgencias, porque justo lo que la llevó a una crisis de depresión fue el acoso que sufre en el Hospital General de Querétaro, por el que incluso le quitaron un examen acusándola de copiar y le dijeron que reprobó el extraordinario, sin mostrarle el examen o la justificación para esa calificación, que provocaría su expulsión de la residencia.
A sus 33 años, Carmen nunca antes había tenido problemas de salud mental. La depresión empezó con el maltrato cuando era R1. Aunque cuando pasó a segundo año y la propia jefa del servicio de Urgencias dijo que ahora le tocaba sufrir a los de primero, el acoso contra ella siguió.
Al reconocer que estaba mal, empezó a ir al psiquiatra. También empezó a quejarse ante autoridades del hospital, en redes sociales, en Derechos Humanos. Entonces obligaron a sus compañeros a firmar un oficio respaldando a las doctoras del Servicio y desmintiendo a Carmen.
La mandaron a Medicina del Trabajo para hacer una investigación. Tenía una rotación programada a la Ciudad de México y una doctora le dijo que iba a haber un resultado favorable para ella. Pero a los días tuvo que regresarse porque el Hospital de Querétaro informó que había reprobado un examen y sería expulsada. Entonces Carmen volvió a ver a los de Medicina de Trabajo y le dijeron que la investigación había salido limpia y no había nada que castigar.
La acusaron de filtrar los datos del resultado de laboratorio de un compañero, aunque no se lo pudieron comprobar.
No pudo más. En agosto tuvo su primer ingreso al psiquiátrico. Apenas salió, tuvo una recaída, y después, a finales de septiembre, intentó suicidarse.
“Perdí el juicio, la razón. No era yo”, cuenta.
Le dieron terapia electroconvulsiva porque seguía con ideas suicidas, una técnica de choques eléctricos para tratar la depresión severa, y que provoca pérdida de memoria.
Apenas salió del psiquiátrico el 14 de octubre y está tratando de entender qué fue lo que le pasó. Revisó los chats en los que estaba con otros residentes y de los que ya la sacaron, en los que corrieron las acusaciones en su contra y los temores por amenazas si la apoyaban.
Lo único que Carmen quiere es ser cambiada de sede para no tener que volver a ver a las jefas que la han acosado, y seguir adelante con su terapia para recuperarse.
Una exigencia generalizada
La Asamblea Nacional de Médicos Residentes quiere que el tema del acoso y la salud mental de los doctores en formación deje de ser un tabú para las autoridades y que realmente se le ponga atención, ya que por décadas se ha perpetuado el abuso.
“En el aspecto psiquiátrico los rangos de prevalencia para depresión y ansiedad son mayores a los de la población general. Los reportes en unidades médicas del IMSS en UMAE (Unidades Médicas de Alta Especialidad) van del 25 al 79.6% para depresión, y de 39 a 69.9% para ansiedad, con una mayor prevalencia en residentes de segundo año”, reporta la organización en una carta.
Citan un estudio que publicó el propio IMSS en su revista médica en 2017, hecho en un hospital de pediatría, donde de 137 residentes, 32% reportó abiertamente haber sufrido acoso, pero 82.4% lo reconoció en el cuestionario dirigido, lo que demuestra que muchos perciben ciertas conductas como normales dentro de su formación.
La Asamblea ha elaborado cuatro propuestas para el sistema de residencias: primero que se establezcan valoraciones periódicas y obligatorias del estado clínico de los médicos residentes, tanto físicas, ya que sufren sedentarismo y malos hábitos alimenticios, como psiquiátricas, ya la ansiedad y depresión son habituales en los estudiantes.
En segundo lugar, que se promuevan ambientes laborales sanos entre médicos residentes y adscritos (los que ya tienen plaza), se establezcan políticas de selección más rigurosas elegir a quienes van a desempeñar cargos de administración educativa y gestión de los médicos residentes, apegados estrictamente a la normativa expuesta por las universidades que avalan los cursos de especialidad.
Establecer canales confiables y comprometidos a atender las denuncias de los médicos residentes, mediante instancias descentralizadas del hospital sede, para que no haya conflictos de intereses. Además, que las resoluciones sean rápidas, ya que en todos los casos que han documentado hasta ahora, no solo no ha habido soluciones, sino respuestas amenazantes para quien se atreve a denunciar.
Por último, esclarecer la condición jurídico-laboral del médico residente, ya que en el caso del IMSS, su contrato es un apéndice del contrato colectivo de trabajo que los pone como becarios y no les da garantías de trabajadores, por lo que incluso el sindicato se ha desentendido de casos de acoso laboral, igual que las universidades, que no los tienen de estudiantes dentro de sus instalaciones.